Un simple recorrido por la mayor parte del territorio que configura el Parque Nacional nos deja ver claramente dos problemas importantes: el envejecimiento de la población de retamas del Teide (Spartocytisus supranubius); y la llamativa pérdida de biodiversidad vegetal de gran parte de la zona. Lo primero es constatable incluso en un breve periodo de tiempo, utilizando las imágenes de Google Earth. En las siguientes imágenes se puede apreciar el estado del matorral dominado por la retama en dos puntos del Parque: el primero cercano a Izaña y a los volcanes de Fasnia, y el segundo en Cañada Blanca, entre el edificio del teleférico y el Parador Nacional.
En la parte superior imagen del año 2000, y debajo de 2015. Las coordenadas de la zona son latitud 28°17'25.15"N, y longitud 16°32'19.75"O. Todo el sector muestra la misma cantidad de retamas muertas.
Zona de Cañada Blanca. Las retamas con el centro claro muestras su grado de degradación.
En cuanto a la pérdida de biodiversidad hay que apuntar que en ambas zonas, como en gran parte del Parque, sólo dominan 3 especies vegetales: la propia retama, la hierba pajonera (Descurainia bourgaeana) y sobre todo la hierba conejera (Pterocephalus lasiospermum). Para ver otras especies hay que acercarse a los riscos o malpaises, donde la diversidad crece expectacularmente, pudiendo encontrar decenas de especies endémicas exclusivas de esta formación vegetal (Echium wildpretii, Argyranthemum teneriffae, Nepeta teydea, Cheirolophus teydis, Scrophularia glabrata, Tolpis webbii, Erigeron cabrerae, Echium auberianum, Pimpinella cumbrae, Silene nocteolens, y un largo etcétera).
Estos son los síntomas, pero ¿cuáles son las causas? Un pequeño paseo entre las retamas de Cañada Blanca nos contesta rápidamente. La densidad de letrinas en toda la zona es espectacular. En 100 metros pueden encontrarse tres o cuatro letrinas de gran tamaño, con excrementos recientes, escarbaduras, ramas ramoneadas, huellas e incluso caminos bien marcados por los pasos de los conejos y, a las 12 de la mañana, varios conejos saliendo al paso de los caminantes. La densidad de conejos en esa zona es enorme. ¿Cómo contrasta esta apreciación con las observaciones de los cazadores que dicen que no hay muchos conejos en Las Cañadas? Quizá no miramos en los mismos lugares. Seguramente los conejos se han refugiado en zonas próximas a carreteras, caminos, y lugares dentro del Parque donde no se cazan, y han desaparecido de las montañas colindantes. Quizá la progresión del pinar que rodea Las Cañadas, donde el conejo tiene menos comida, ha forzado al animal a acumularse en el retamar. Sería un tema de estudio, pero que la cantidad de conejos existente en grandes zonas del parque es muy alta es innegable.
¿Y cuál es el efecto de los conejos sobre las retamas? Para saberlo basta con observar las parcelas de exclusión que se han instalado en la misma zona de Cañada Blanca. En su interior es posible ver bastantes retamas jóvenes, e incluso plántulas, cosa que no vimos fuera de estas parcelas en cuatro horas de camino. ¿Y sobre a biodiversidad? El hecho de que esta diversidad aumente en zonas pedregosas o inclinadas, donde al conejo le cuesta más entrar, ya es una pista, pero otra es la presencia de otras especies refugiadas entre las ramas secas de las retamas muertas, como se refugian las esparragueras o cornicales entre las pencas de los cardones en las zonas bajas.
Conclusión: aunque no se hable de él el problema persiste, y al menos una de sus causas es la proliferación excesiva de conejos en el Parque Nacional. Algo hay que hacer. NO se olvide que es un Parque Nacional y que la prioridad en éstos es la preservación de la naturaleza, no su uso cinegético, apícola o turístico. Y si no se quiere que sea así, pues que se le quite la categoría de Parque Nacional y problema resuelto.
Dos imágenes de grades letrinas en la zona de Cañada Blanca ambas utilizadas esa misma noche.
Un ejemplar de Nepeta teydea se refugia de los herbívoros entre las ramas secas de una retama muerta.
Escarbaduras de conejo debajo de una hierba pajonera, buscando raices frescas como alimento.
Escarbaduras junto a una letrina. El sustrato blando de los campos de piedra pómez favorece la acción de estos conejos y la erosión del suelo.
Camino transitado por conejos, tal como denotan las huellas que se alinean junto a la señal clavada en el suelo.
En las zonas pedregosas como este frente de colada es el único lugar donde pueden verse taginastes rojos y otras especies propias de la vegetación del Parque Nacional.
Típico aspecto de una retama en la zona visitada. Las ramas más bajas han sido ramoneadas dejando el paso libre hasta el tronco principal de la retama. Si afectan a este tronco la retama se empezará a secar desde el interior al interior, dando lugar a las características retamas en forma de "atolón" que pueden verse en las fotos de satélite anteriores.
Rama de hierba pajonera ramoneada por conejos la noche anterior. Esta costumbre ya la vimos en los conejos sobre otras especies, como sobre Lotus kunkelii en el SIC de Jinámar.
Parcela de exclusión cercana al Parador Nacional.
Imágenes de retamas jóvenes e incluso plántulas muy pequeñas en el interior de la parcela de exclusión. Estos son los únicos sitios donde vimos ejemplares tan jóvenes en todos los días que estuvimos de visita en el Parque Nacional.