Celebramos este año el 150 aniversario de la publicación de El Origen de las Especies, por Charles Darwin, y se han realizado multitud de publicaciones y actos para conmemorar esta fecha. Desde este blog queremos sumarnos a la celebración reflexionando sobre cómo pueden influir las invasiones biológicas al proceso evolutivo.
La diversidad de la naturaleza y la selección natural son dos de los motores que hacen avanzar la evolución, y sobre ambos aspectos influyen de gran manera las invasiones biológicas. Quizá sea mejor poner ejemplos para comprender el fenómeno, y situarlo en el ámbito insular que tenemos más próximo.
Existen aspectos singulares en la evolución en islas, algunos de ellos son el gigantismo y la pérdida de la capacidad de vuelo en las aves. Ambos aspectos se comprueban en las Islas Canarias. El tamaño de los lagartos canarios o de las ratas extintas que vivieron en Gran Canaria y Tenerife, así como la presencia de algunas especies de aves o insectos que "han perdido" esta capacidad de volar, así lo atestiguan. Ambos fenómenos evolutivos parece que están relacionados con la falta de predadores en las islas. Cuando se introdujeron estos predadores de forma rápida y masiva (ratas, gatos, perros o el propio ser humano), estas adaptaciones, seleccionadas como "positivas" hasta el momento, pasan a ser "muy negativas", abocando a la extinción a las especies que las poseínan. Esto no sería demasiado grave si no representara una pérdida de diversidad, ya que los caracteres seleccionados en todas las especies acaban siendo los mismos en todas partes.
Otro aspecto evolutivo que se ve fuertemente afectado por la introdución de especies alóctonas es la formación de especies o especiación, por causas geográficas. Dos poblaciones de una misma especie quedan separadas por causas relacionadas con el territorio, no por variación genética. En este caso, ambas poblaciones evalocionan cada una por su lado dando lugar a dos especies distintas que, en ocasiones, no han desarrollado barreras genéticas. Esto hace que, si alguna vez volviesen a estar juntas, estas especies podrían hibridarse, dando lugar, muy posiblemente, a la pérdida de diversidad genética. Este es el caso de la palmera canaria (
Phoenix canariensis) y de la datilera (
Phoenix dactilifera), o de los madroños canario (
Arbutus canariensis) y mediterráneo (
Arbutus unedo), y quizá también del sauco canario (
Sambucus canariensis) y del sauco de Canada (
Sambucus canadensis). Las tres especies alóctonas citadas han sido introducidas por el hombre en las Islas. Son cientos de miles, quizá millones de años de evolución, necesarios para la creación de nuevas especies, puestos en peligro.
Aún así, el mayor peligro estriba en que esta intrusión de nuevos elementos en el sistema lleva a consecuencias no conocidas, es decir, una de las defensas de lo nativo, viene de la seguridad de saber cómo se comportan las especies autóctonas, evolutivamente hablando, mientras que el comportamiento de las especies alóctonas y su efecto sobre las primeras es mucho más impredecible. Por ejemplo, ¿cómo influirá la presencia de un reptil comedor de huevos como la culebra de California, sobre el lugar de anidamiento, el tamaño o el número de los huevos de aves y reptiles autóctonos? ¿Conseguirán adaptarse las especies autóctonas a estos cambios antes de que se produzca su desaparición? El riesgo de que la respuesta sea
no es muy alto. ¿Vale la pena correrlo?
Escribano patilargo, pequeña ave que vivió en Tenerife y que no podía volar. Su extinción, en época histórica, pude estar relacionada con la llegada a las Islas de depredadores alóctonos (ratas, gatos, perros, etc.)
Sambucus canadensis, un sauco ornamental del que existen citas sobre su posible hibridación con
Sambucus canariensis, una de las plantas más amenazadas de nuestra flora.
Estambres de
Arbutus canariensis,
Arbutus unedo y de su híbrido
Arbutus xandrosterilis, que aunque resulta incapaz de producir polen sí posee frutos que maduran y producen semillas viables.