viernes, 9 de diciembre de 2016

Quercus cerris, el roble turco, un nuevo roble entre la flora introducida en Canarias

      Hasta el momento hay citados tres especies del género Quercus en Canarias: Quercus ilex, la encina o carrasca, la más escasa y menos asilvestrada; el roble Quecus robur, mucho más abundante y fácil de asilvestrar; y el alcornoque, Quercus suber, también frecuente y asilvestrado (pueden ver más información sobre este género de árboles y su relación con Canarias en los siguientes enlaces: http://revistas.usal.es/index.php/0211-9714/article/viewFile/5462/5499; http://www.webs.ulpgc.es/canatlantico/pdf/9/75/vegueta_2000.pdf). Hoy está en discusión la posible existencia de algún roble autóctono en Canarias, al menos en Tenerife, tras el hallazgo de polen de este género en análisis de estratos sedimentarios de la antigua Laguna de Aguere (De Nascimento, L., Willis, K. J., Fernández-Palacios, J. M., Criado, C. and Whittaker, R. J. (2009), The long-term ecology of the lost forests of La Laguna, Tenerife (Canary Islands). Journal of Biogeography, 36: 499–514. doi:10.1111/j.1365-2699.2008.02012.x).
     Presentamos aquí un nuevo roble que crece en nuestros montes. Lo encontramos en las cercanías de la Laguna de Valleseco (Gran Canaria). Se trata de Quercus cerris, el roble turco, natural de la cuenca mediterránea oriental, poco utilizado en plantaciones y con escaso uso ornamental. Se encuentra entre las plantaciones de castañeros (Castanea sativa) de la zona, y por su talla y diamátro del tronco del único ejemplar que hemos encontrado hasta el momento, se trata de un individuo bastante longevo.
Se caracteriza por ser un árbol caducifolio, con hojas muy variables, aunque casi siempre con dientes muy pronunciados, pero lo que más lo identifica es que la bellota, el fruto característico de todo el género, está cubierta en su base por una cúpula con escamas filiformes, curvadas y blandas. El ejemplar encontrado no produce muchas bellotas, pero sí gran cantidad de flores femeninas en las que es perfectamente visible este carácter. Esta peculiaridad, la falta de frutos, y lo variable de las hojas nos llevó a pensar en que podía tratarse de un  híbrido entre Quercus cerris y otra especie del género, ya que los robles y encinas son muy propensos a las hibridaciones. De momento no descartamos esta hipótesis.
         En las imágenes que acompañan a esta entrada se aprecian perfectamente estas características. Se trata pues de una especie introducida, que, con la escasa capacidad reproductora que parece tener, no presenta posibilidades de que se propague de manera preocupante.
Una especie más para nuestros sistemas agroecológicos.

 Aspecto general de Quercus cerris. En esta época de finales de otoño sus hojas presentan el típico color amarillento de los árboles caducifolios.
 
Tronco y ramas principales del ejemplar encontrado. Su diámetro parece indicar que se trata de un individuo con varias dácadas a sus espaldas.






 Aspecto general y detalle de sus hojas dentadas
 
 Flores femeninas, secas, sin fructificar, mostrando las escamas filiformes típicas de esta especie.

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