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miércoles, 30 de septiembre de 2020

El negacionismo nos invade.

    La pandemia que nos ocupa estos meses, provocada por la COVID-19, ha hecho popular el negacionismo. Este comportamiento humano consiste en negar la realidad para no ver una verdad incómoda, se niega una verdad empíricamente verificable para acogerse a una mentira más cómoda. No es algo nuevo, el negacionismo más conocido es el que piensa que el holocausto judío de la segunda guerra mundial no existió, o el que niega la efectividad de las vacunas, e incluso el que cree en que la Tierra es pana. A mucha gente les hace gracia oir a una persona defender que con la tecnología 5G nos van a controlar, o que un grupo de personas van a embarcarse para ir al borde del Planeta. Y los políticos y gestores, lógicamente no les hacen caso ni promulgan leyes pensando en que se van a enfadar o van a manifestarse.

    ¿Por qué entonces no se hace lo mismo con aquellos grupos que no creen en los trabajos científicos internacionales que dicen que gatos, cabras, conejos, producen graves daños en el medio de aquellos territorios de donde no son nativos, sobre todo en las Islas?

    Las personas que niegan esta realidad, incómoda para todos ya que implica gasto de dinero, trabajo, etc., son también negacionistas, pero en cambio, los gestores cambian sus planes y proyectos para no enfrentarse a ellas. Cuando se niegan verdades verificadas empíricamente infinidad de veces, para no enfrentar una verdad incómoda, se está llevando a cabo un comportamiento negacionista. Y lo peor es que se enfrentan las opiniones de algunos, y los resultados científicos de muchos. Como el Dr. Invadator diría: Two worlds